martes, 9 de octubre de 2012

Niña Perversa de Isabel Allende

La niña perversa es una niña llamada Elena Mejías de once años,su madre no tenía mucho tiempo para estar con ella y no se daba cuenta de que la niña estaba transformando.
Su transformación coincidió con la llegada del ruiseñor,la mayoría de los pensionistas eran estudiantes y empleados de alguna oscura dependencia de la administración pucblica.

 Una de las tareas de la niña  era vigilar a los huéspedes y mantener a su madre informada sobre cualquier detalle sospechoso. Madre e hija trabajaban juntas en las múltiples ocupaciones de la pensión, cada una inmersa en su callada rutina, sin necesidad de comunicarse. En realidad se hablaban poco  y cuando lo hacían, en el rato libre de la hora de la siesta, era sobre los clientes. A veces Elena intentaba decorar las vidas grises de esos hombres y mujeres transitorios, que pasaban por la casa sin dejar recuerdos,
atribuyéndoles algún evento extraordinario,  pintándolas de colores con el regalo de algún amor clandestino o alguna tragedia, pero su madre tenía un instinto certero para 
detectar sus fantasías. Del mismo modo descubría si su hija le ocultaba información.cuando llegó el ruiseñor solicitar un cuarto 
de alquiler, todo cambió para ella y también para Elena. La madre, seducida por la modulación pretenciosa del Ruiseñor y la sugerencia de celebridad expuesta en el afiche, contradijo sus propias reglas y lo aceptó en la pensión, a pesar de que él no 
calzaba para nada con su imagen del cliente ideal. Bernal dijo que cantaba de noche y por lo tanto debía descansar durante el día, que no tenía ocupación por el momento, así es que no podía pagar el mes adelantado y que era muy escrupuloso con sus hábitos de alimentación y de higiene, era vegetariano y necesitaba dos duchas diarias.
Sorprendida, Elena vio a su madre registrar sin comentarios al nuevo huésped en el libro y conducirlo hasta la habitación arrastrando a duras penas su pesada maleta, mientras él llevaba el estuche con la guitarra y el tubo de cartón donde atesoraba su 
afiche. Disimulándose contra la pared, la niña los siguió escaleras arriba y notó la expresión intensa del nuevo huésped a la vista del delantal de percal pegado a las nalgas húmedas de sudor de su madre. Al entrar al cuarto Elena encendió el interruptor y las grandes aspas del ventilador del techo comenzaron a girar con un silbido de hierros oxidados. 

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